Valores VBM

El miedo a la muerte es proporcional al miedo al amor.

Aprender a amar es aprender a perder: amar es aceptar los propios límites, aceptar la propia impotencia, y estar ahí, en la aceptación de lo real. Esta es la actitud sana para afrontar la propia muerte y la de los demás.

  • Abordamos el tema de la propia muerte y la del otro con libertad de conciencia, sin dogmas religiosos ni culturales. Cada persona, cada situación, es única, y sólo en el contacto directo con ella es posible sentir qué es lo apropiado en cada momento. Esto requiere un ejercicio de escucha interior profunda y valentía.
  • Aprender a afrontar la expectativa cierta de la propia muerte nos enseña a vivir con autenticidad, y nos ayuda a ser buenos acompañantes en los cuidados a los que van a morir. Nos permitirá acompañar con verdadero respeto y humildad, tratando de comprender lo que puede estar sintiendo la persona que está en el proceso de morir.
  • Es necesario cuidar amorosamente la atmósfera en la que se desarrolla la vida de la persona en estado terminal, para que pueda morir en paz, en silencio y serenidad, y lo más consciente posible. Para que pueda vivenciar su últimos momentos, que son de gran sutileza espiritual, culminando la plenitud de la existencia sin perturbaciones físicas, materiales ni emocionales. Esto es ayudar a bien morir, que es el mayor acto de amor que se puede hacer por alguien.
  • Contemplamos los Cuidados Paliativos como el arte del acompañamiento al buen morir. Ayudar a paliar el dolor e incomodidades físicas no es más que una de las cuatro dimensiones a tener en cuenta: es preciso además, identificar y atender las necesidades emocionales, cognitivas y espirituales del paciente terminal y su entorno.
  • Las necesidades espirituales son inherentes al ser humano, cualquiera que sea su credo, religión o filosofía de vida. Atender estas necesidades implica contemplar esta realidad y adaptar los cuidados espirituales a la realidad multicultural y multirreligiosa de nuestra sociedad, facilitando la presencia de un ministro de culto religioso de la tradición que profese el paciente, de maestros y amigos espirituales, o, sencillamente, de un acompañante con sensibilidad y calidad de presencia.
  • La comunicación sincera y auténtica entre las personas siempre es muy importante para la calidad de la vida, y esta sinceridad nunca es tan importante como cuando nos relacionamos con alguien que se enfrenta a la muerte en breve plazo.
  • Escribir nuestro Testamento Vital es nuestra responsabilidad. De esta forma podremos ayudar a la sociedad y a nuestros seres queridos a tomar las mejores decisiones éticas, armonizando nuestra voluntad y la legalidad vigente, de forma que cuando nos llegue el momento de mayor vulnerabilidad e impotencia no suframos innecesariamente decisiones alejadas de nuestra sensibilidad afectiva y espiritual.